Según algunos psicólogos como Robert Thayer, el estado de ánimo es una relación entre dos variables: energía y tensión. Según esta teoría, el estado de ánimo divergiría entre un estado energético (de más cansado a más activo) y un estado referido al grado de nerviosismo (entre más calmado o más tenso), considerándose el mejor un estado calmado-energético y el peor un estado tenso-cansado. Thayer también defiende una conexión especial entre alimentación y ejercicio físico el estado de ánimo.
Un reciente metaanálisis llegó a la conclusión de que, contrariamente al estereotipo del artista sufridor, la felicidad es uno de los factores que propician la creatividad, mientras que un bajo estado de ánimo propiciaría menores niveles de ésta.
En nuestra interpretación los estados de ánimo son fenómenos simultáneamente lingüísticos, históricos y biológicos.
Los estados de ánimo representan la forma con la que los seres humanos nos observamos a nosotros mismos, a los otros y al mundo que nos rodea, es decir, la manera como nos desenvolvemos en nuestra vida común y corriente.
Son un reflejo de cómo miramos nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. De esta manera, el recuerdo de nuestra historia (infancia-adolescencia-juventud), la forma en que nos vivimos todas nuestras actividades del presente y el modo de proyectar en el futuro nuestras vidas también constituyen expresiones de nuestros estados de ánimo. De ahí, que estos se evidencian en nuestro comportamiento de diversas formas, por ejemplo en nuestros pensamientos, en nuestras sensaciones, en nuestra corporalidad, en nuestro lenguaje etc.
En efecto los estados de ánimos son mucho más fáciles de detectar que lo que creemos, la verdad es que estamos en contacto a cada momento con los nuestros y los de otras personas, porque finalmente cualquier conversación, actividad o acuerdo tiene que ver no solo con el intercambio de palabras sino también con la interrelación entre diversos estados de ánimo.
